Parado a la orilla de la nada
en la escarpada del abismo
tal animal que guiña sus últimos anhelos
bosteza sus ultimas imprecaciones
y gruñe extasiado de emoción.
Mi alma gritaba basta.
Y tuve como un claustro de ensoñacion
matiz de brio en la mirada
los árboles pensantes
bajo el refulgente sol de la tarde
me bajaban la mirada
hacia la sabana infinita de mis recuerdos.
Resbalose una piedra, a su trajín sonoro.
Sobre el valle acomedido
murmuraba pesada la sombra
croquis de misterio en las enramadas,
a lo lejos la calle perdíase como una serpiente huidiza,
coloración de oro en las terrazas.
Tú eras una citara resguardada.
Grito a lo lejos un jilguero
como mi alma gritaba a tu amor;
aleteó topándose contra las ramas,
el viento sacudia los copos mas altos,
sentí el esbozo suave de la brisa
cosquilleo sobre mi nuca
de frescura y de paz.
dibujose la tarde.
El gran creador artista del exuberante paisaje
me deslumbraba y exclame ¡Oh Dios!
mi boca pareció un rezo de alabanza,
he allí la gran obra maestra
sobre el gran bastidor del firmamento
firmado por el arrebol misterioso de las nubes,
vencido no tuve mas que alabarle.
Un sello de silencio venció mis labios.
Los animales alzan el hocico oliendo su presa,
yo alzaba el mentón , oliendo el ambiente,
sacudí mis ultimas palabras
mis pensamientos como golondrinas sobre el mar,
se habrían a la libertad en el poema ...
Autor: Hilario de Jesus Esteban Lopez©
2018