Era la hora más abrupta
el segundo refunfuñón de la vida
donde se quiebra la blanca lucidez,
los ojos parpadeaban su nácar de luna,
revoloteando aquel instante.
quise cerrar mis ojos
volar desnuda el alma a la intemperie
pero me clavaba fija
sin la mas minima intención de huir.
Si en mi loco corazón, arreciaba el vendaval
en sus ojos presbíteros
con el leve ademan del que baja la mirada;
sus relucientes pupilas
con una sencilla caricia de tristeza y pena
escondiendo el llanto silencioso en su garganta,
el suspiro de niña caprichosa.
Su nariz aguileña, su boca menuda,
su quijada remarcada con la sombra de un bastion
sus cejas obelicas
al levante convergente de una pregunta,
su pelo como dos alas abiertas
de un pájaro agorero en la noche;
de un pájaro agorero en la noche;
sus dedos delgados con cierta finura
de castas encumbradas
me domino el alma, me avivo el verso
le nombre soledad.
Autor : Hilario Esteban Lopez©