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domingo, 16 de julio de 2017

"RETRATO"




"RETRATO"

Sonó como el aleteo lugubre 
de un cuervo en la noche oscura.

El que había dado la vida,
el que enternecido postro rodilla
formando de la tierra, del humano la semilla
se dejo besar...

Era la hora nona 
brillaban las últimas luciérnagas 
entre la espesura,
matiz de sombra indigente de pájaros nocturnales,
iba creciendo la noche invencible,
desde lo alto de los olivares,
empeñado el silencio arremetía
como un enemigo sin previo aviso.

Se puso de pie, limpio sus ojos
suspiró fuerte como un león preparado para la pelea,
un halo de pureza vencía la oscuridad,
no hubo para él, el mas mínimo espanto,
ni el puño de venganza en su mano,
ni el tenue disfraz de vértigo 
como lo haría cualquier ser humano.

 Quedó solo,
las asustadas voces de los que huían 
sonaron desleales al paso del viento arcano,
la legión romana se apresuraba,
hubo siluetas estancadas tras los robles,
la noche entristeció 
cesaron de golpe los grillos.

Y entre la turba armada, el boceto de complexión recia
de pómulos amplios , de frente desdichada,
cabello largo, ojos garzos, sonreía...
Le tendió la mirada, se acerco como un gato asustado
le beso la mejilla, a paso callado,
entre la barba del señalado y su lado diestro
murmuró tan cínico, con un gemido apuñalado:

¡Salve Maestro!


El beso del traicionero , sonó lugubre, desleal,
hambriento de loca alevosía 
con sarcasmo inherente ,
agrio de trémula bajeza,
su voz somnolienta por la hora,
llevaba de laberintos la sazón ,
un morral  donde se posaba
el precio de la traición.
Sin embargo el Maestro con su voz clara 
radiante de amor, 
como el canto del rio,
le habló melodioso:

¿Que quieres amigo mío?

¡oh Maestro de maestros!
Perdon si en la frenética carrera, 
soy yo, 
¡sí! soy yo, 
el traicionero,
con mi pecho alzado, mi voz acecha
mis artimañas hipócritas, el lastre de mi afronta
hunde la barca, como Jonas, donde navegas.

Yo soy Señor, el que ha inventado las guerras,
el  que murmura, el que hurga con doble sentido las cosas,
¡Yo! el que ha martillado
el impune clavo en la herida,
el que malévolo desata las lenguas;
yo he maltratado al inocente, 
he dejado sin ayuda a mi hermano,
Yo el que engaña, el que menosprecia,
soy una espina entre la rama,
me proclamo ateo negando tu nombre
¿donde esta el oxigeno que me das?
me sirvo del sol, la lluvia, la belleza de las flores,
¿donde el sístole de mi corazón?
si faltára moriría en hecatombe;
soy esa imagen que camina a hurtadillas
con aire de traición 
soy esa sombra tras los arboles del cedron 
y vengo a pedirte  perdón .

Yo soy señor; 
este es mi retrato.

Autor: Hilario de Jesus Esteban Lopez ©
Guatemala.
2016










"URBANO"



"URBANO"
(forgot me)

Lluviosa estaba la tarde 
los últimos  reflejos moribundos del día 
lelos morían turbios en los espejos nocturnos de la boulevard;
desde el noveno nivel 
mecía mi alma vértiga 
los nichos enmohecidos de silencio
y sin embargo cantaba la gruta rugido de espanto, 
abajo, allá en el manto sudoroso de  la calle;
estrellas de neón brillaban en las esquinas impávidas 
como alucinados ojos de animales nocturnos,
bajo aquel nácar de vidrio
un rayo de luz perdido
tropezaba  augusto sobre mi frente;
_timbro el auricular_
como timbro el sentimiento de espera, súbito, sigiloso
cuando la espera atrasada muere
apuñalado, con el dulce sabor de lo inalcanzable.

¡Forgot me!
murmuró ella,
 voz solloza, nostálgica, gélida
al otro lado de la linea
como si el alfabeto de otro idioma fuera tumba del alma
flor que moria precoz
y corto sin mas voz que el silencio,
solo el ritmo escandaloso
de un teléfono moribundo, abandonado ;
lúgubre toque de plumas
navego en la mísera de  mi piel,
tempestad desconocida, derrumbe;
como quien pierde tres veces lo perdido;
bajé frenético, por aquel féretro de metal
con botones de alta tecnologia;
como un cuervo espantado
volaron mil segundo en alas del pensamiento
un nido de silencio batía record 
bestialmente atrofiado.

Como una música de requiem 
los neumáticos cantaban sus propias melodías
graves saxofones de conductores agresivos
granaderas  sordas acompasaban bravias,
las gotas de lluvia estrelladas en las vitrinas
azotes que se escurrian hasta correr por las aceras,
mis pies presurosos,
mi cara blanco perfecto de gotas,
golpes traviesos .
Y recordé mi niñez, ese barro aguado que lanzábamos,
esa mano, amiga, allá en la cumbre;
virgen, inocente, de perlas de jaspe pulido tus ojos,
ese paso pretérito de tu cuerpo casto junto al mío ;
¡Ayúdame! murmuraron tus labios,
por primera vez mi cuerpo estremecido 
bajo un séquito de sentimientos desconocidos,
tuve como una revelación de tu alma;
a tu talle fueron mis manos infantiles
como quien resguarda  alas de mariposas entre sus dedos,
un cuidado exagerado por no lastimar
los petalos delicados de la flor de tu cuerpo.

Y pasó, tu pelo sacudido por el viento,
 perfume desconocido, caricia sobre mis mejillas,
sentí de cerca tu pecho
fruta cubierta entre las ramas de tu cuerpo;
éxtasis, exhalaron mis pulmones.
nació el amor de hombre.
¡Ah! que felicidad en nuestros días infantiles
la última gota de monotonía,
caía sobre la falange que antes enloquecía.

Bajo el manto de somnolencia fueron prófugas,
tús manos, que extendidas en la llama de mi vida
eran mimbres de Iliadas arrolladoras;
morían tristes en la hora sin queja.

Por fin, me daba cuenta,
te habías ido.

Fuera de tí, nada me deslumbra
en tí,
todo lo he vivido 

Autor: Hilario de Jesus Esteban Lopez©
Guatemala.
2017