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sábado, 28 de marzo de 2020

"SE LO DIJE"

SE LO DIJE

                             _No soy tan bonita_ replico.

No fue lo que vieron mis ojos incultos,
la ultima vez en esa oficina, murmuré.:
Su pelo lacio como un pergamino de lana
caía desde el otro lado de su cabeza,
sus ojos garzos, como dos esmeraldas incrustadas
en los mármoles impecables de una diosa romana;
mientras me clavaba la mirada 
bostezando una sonrisa timida, leve
como una pena escurrida de una chiquilla de ocho años
cuando se siente avergonzada por primera vez;
un mechón de su lustrado pelo
le acariciaba vencido sobre la quijada,
sus labios exacerbados de finura
dos botones de rosa
que se abren a la luz del sol.

Antes de responder, giro su cabeza
discretamente, si acaso el jefe le observaba
y luego la mirada de sus ojos
arrebataron esa conmoción fortuita de los míos.
 Su cuerpo curvose sobre el archivo
para revisar algunos documentos,
y vi su tez genuina, rosado de vida,
su expresión diafana, cuando sonreía;
era la diosa que se levantara de las olas 
de un mar apacible,
se levantaba como una mole en mis letras:
se paralizaron las expresiones,
los momentos incautos,
el alacrán de la vergüenza que vivía en mi boca
moria aplastado por el privilegio, ante sus ojos.

Había durado apenas un minuto
me pareció una eternidad,
y todo lo de  poeta 
que vive en el interior de todo hombre 
surgió derepente, impetuosa ola,
verso inmerso en el tiempo.
La gelida madrugada se extendió hasta ese momento
un ataque de deseo, supero la razón,
un hombre insaciable por ese alimento del alma;
no todo es sexo, sino, todo puede ser poesía.

Me regalo su voz, su sonrisa, su pelo a distancia;
enderesoce gracil, como un cisne desde el agua,
con unos folios sobre sus manos,
pasó, junto a mi,
sosegada,
como una paloma zurita,
acostumbrada al tormentoso ruido del mar,
esbelta como una ola que cabalga sobre la roca
moldeando al caer esos bancos de la arena.

Ella,
tenia un trabajo prominente;
yo, un inculto, frente a un operativo windows estropeado
sin emporio de letras, de piel morena
pelo raso, de complexion aborigen,
con una sed insaciable
de esos animales salvajes
perdidos en la selva,
mi ansia relinchaba como un caballo.

Se iva  y al despedirse 
dejaba la soledad innata de las cavernas.
Y  cae la noche y escribo.

Y un día; 
Se lo dije,
con todo el poder que confiere el sentimiento atrapado
en el alma.
Se quedo en silencio,
con un suspiro apretando su pecho
fatigado al salir de sus entrañas
y por fin escuche su voz menuda
mas leve aún, a mis tímpanos 
que rogaban por escuchar su melodía. 


Autor: Hilario Esteban Lopez©